La navaja suiza o la biblioteca multifuncional

26 de abril de 2016

Swiss_army_knife_open_20050612_(cropped)Alonso Arévalo, Julio; Vázquez Vázquez, Marta (2015). “La biblioteca como editora de contenidos”. En: Métodos de información (MEI), II época, vol. 6, núm. 11, p. 201-213.

por Jordi Llobet

La navaja suiza es una herramienta centenaria, creada originalmente en 1891, para uso de los soldados del ejército suizo. Las primeras navajas incorporaban en un mismo bloque varias utilidades: un cuchillo, un destornillador para montar y desmontar el fusil, un abrelatas y un punzón. Con el paso de los años, el útil ha ido incorporando nuevas funcionalidades y atrayendo nuevos públicos hasta el punto de convertirse en una pieza multifuncional indispensable del utillaje viajero, aunque a menudo sólo se emplea para impresionar a los compañeros de viaje .

Las bibliotecas públicas, instituciones también centenarias, evolucionan cada día más como una navaja suiza, en la medida que van incorporando nuevas funciones que puedan convertirse en piezas indispensables del sistema cultural, ante un futuro cada vez más incierto. Julio Alonso y Marta Vázquez hacen una nueva aportación a la lista de usos, en base a un buen número de iniciativas de redes biblioteca norteamericanas, como las del Colorado Library Consortium (Evoke), o vinculadas al sector bibliotecario como Biblioboard o SELF-e.

Los dos bibliotecarios especialistas de la Universidad de Salamanca describen algunos de los campos de actuación de unas bibliotecas que en lugar de servir a la colección, se planteó como objetivo servir a la creación (Roger E. Leiven, 2012). Y dejan claro cómo, en el marco del desarrollo de las nuevas plataformas digitales bibliotecarias, este eje estratégico puede orientar su intervención hasta convertirlas en editoras, distribuidoras o dinamizadoras de las creaciones de la comunidad y, en especial, de las obras de los autores locales.

Biblioteca_panoramicaConservar y dinamizar la producción local es una tarea prioritaria de las bibliotecas públicas, garantes de la memoria de la comunidad en todas sus dimensiones, tanto analógicas como digitales. No es extraño, pues, como muy bien obervar Alonso & Márquez, el vuelo que están tomando las obras «autoeditadas» de autores locales en las colecciones bibliotecarias. A este primer paso, consideran, podría seguir otro: vender libros electrónicos desde el catálogo de la biblioteca. El hecho de poder enlazar la oferta digital de las librerías, o de otros productores, permitiría incrementar significativamente la información y la oferta bibliográfica disponible para los usuarios, en beneficio de todos.

Las bibliotecas, según los autores del artículo, aún pueden dar un paso más, hasta llegar a convertirse en editores de contenidos del ámbito local. La experiencia sobre la edición digital se podría poner al servicio de unos autores y de una producción de interés para la comunidad. De esta manera, el apoyo a la edición podría convertirse en un eje estratégico del desarrollo de unos servicios bibliotecarios que apuestan por consolidarse como espacios abiertos a la creación y adecuados para dar visibilidad, en base a su capacidad de influencia cultural y su papel prescriptor.

Los autores ilustran este recorrido con un buen número de experiencias norteamericanas que, salvando las distancias y en una escala lógicamente mucho más reducida, tienen correspondencias en algunas iniciativas cercanas: el sello BMR Edicions Digitals, impulsado desde la Biblioteca de Premià de Mar por una alumna de nuestro máster, con el objetivo de editar en formato electrónico obras inéditas de autores locales; el espacio dedicado a la historia local, de la Biblioteca de Vila-seca; o la conexión que se quiere establecer con el sector librero a través del servicio de préstamo digital eBiblioCatalunya, coordinado desde el Servicio de Bibliotecas del Departamento de Cultura de la Generalidad de Cataluña.

Nuevos tiempos, nuevos retos: servir, promover, distribuir y tratar la información son funciones asumidas por las bibliotecas públicas desde hace años. Ahora, el escenario digital ofrece la oportunidad de ampliar, como Alonso & Márquez observan con mucho acierto, aunque con un estilo de redacción mejorable. Del abanico de opciones que ofrecen, con grados de interés y posibilidad diversas, habría que ponderar cuáles encajan mejor con las habilidades bibliotecarias y cuáles podrían desplegarse conjuntamente con otros profesionales, como los editores, mucho más competentes a la hora de producir contenidos.

La experiencia digital de las bibliotecas abre caminos muy potentes tanto para amplificar el eco de estrategias ya existentes como para explotar nuevas líneas de trabajo al servicio de la creación. Basta, a la hora de emprender cualquiera de estos nuevos retos, tener siempre muy presente el ejemplo de la navaja suiza, para evitar que la apuesta por nuevas funcionalidades en lugar de atender las necesidades de la comunidad acabe sirviendo sólo para impresionar a los compañeros de viaje.

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Autor / Autora
Jordi Llobet. Jefe de Gestión de la Colección al Servicio de Bibliotecas de la Generalitat de Catalunya. Profesor colaborador del Máster de Edició Digital de la UOC. @Jllobetd