A propósito de los jóvenes y los índices de lectura

26 de marzo de 2020

Por Joan Carles Navarro

La National Literacy Trust (en adelante NLT) acaba de publicar el informe Children and young people’s reading in 2019.

Para quien no conozca esta organización, conviene explicar que su objetivo principal es el desarrollo de proyectos e iniciativas para mejorar las competencias lingüísticas –comprensión lectora, expresión escrita, comprensión oral y expresión oral– de los jóvenes de las comunidades y barrios más desfavorecidos del Reino Unido. La trayectoria de la entidad y el alcance de las actividades que lleva a cabo –solo en este último año han trabajado con casi 44.000 jóvenes, más de 2.000 docentes y 1.825 familias–, hacen de la NLT un referente a la hora de evaluar los hábitos de lectura de la población británica, en especial, los de los más jóvenes.

Como cada año, el informe se ha elaborado a partir de la Encuesta Anual de Alfabetitzación – realizada por la misma NLT– en la que han participado un total de 60.654 jóvenes, entre los meses de enero y marzo de 2019. De forma sumaria, los resultados obtenidos han sido peores y muestran un claro retroceso respecto a los de años anteriores. Estas son algunas de las conclusiones principales del informe:

  1. El porcentaje de jóvenes británicos que manifiestan disfrutar de la lectura se reduce, por tercer año consecutivo, hasta situarse en el 53%.

Merece la pena destacar que esta disminución es mucho más pronunciada entre los chicos que las chicas.

  1. El número de jóvenes que leen a diario (en su tiempo libre) se sitúa en el nivel más bajo nunca alcanzado desde que la NLT elabora el informe:

A pesar de que entre los jóvenes británicos encontramos la misma brecha de género que la que se da entre nuestros jóvenes –las chicas leen más que los chicos–, es de destacar que esta disminución del porcentaje de lectores diarios es exactamente la misma entre unos y otros.

  1. La actitud de los jóvenes hacia la lectura no ha variado de un año para otro y muestra, en términos generales, los mismos valores que en ejercicios anteriores. Este dato justificaría una reflexión más profunda que analizara la caída del porcentaje de lectores diarios y de jóvenes a quienes les gusta leer.

El informe, que pueden leer completo aquí, ofrece información adicional sobre otros aspectos como, por ejemplo, qué contenidos y en qué soporte leen los jóvenes británicos, y con qué frecuencia lo hacen:

A pesar de usar otros indicadores, es inevitable comparar estos resultados con los del último Informe de hábitos de lectura y compra de libros en España, elaborado por la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE), que señalan a un incremento de la actividad lectora entre el público juvenil:

(*) Lee como mínimo una vez a la semana.

Este incremento no se produce únicamente en la frecuencia lectora, sino también en el número de libros leídos:

Los resultados de uno y otro informe apuntan en sentido contrario y provocan sentimientos opuestos. No disponemos de los datos necesarios para analizar el porqué de esta discrepancia, más allá del hecho de adoptar miradas y perspectivas distintas: la del sector editorial, el de la FGEE, y la del ámbito social, el de la NLT; y que trabajan con jóvenes de estratos sociales muy dispares: desconocemos la composición de la población juvenil que ha participado en el estudio de la FGEE, pero sabemos que todos los chicos y chicas que han respondido la encuesta de la NLT proceden de entornos muy humildes.

Los resultados que ofrece el informe de la NLT deberían ser motivo de preocupación, porque es fácil suponer que pueden ser extrapolables a otros jóvenes de la misma condición social, en cualquier país. Tener una buena competencia lingüística es clave en todas las etapas de la vida. Así lo expresa la misma NLT: si los niños y niñas no alcanzan a tener una buena alfabetización, difícilmente obtendrán buenos resultados en la escuela, lo que, más adelante, reducirá sus posibilidades de acceder a un buen empleo o, en el peor de los casos, los expulsará del mercado laboral. Como padres, tampoco podrán ayudar a sus hijos en las tareas escolares y en su aprendizaje. Se trata de un ciclo intergeneracional que dificulta la movilidad social y frena el desarrollo de una sociedad más justa.

Romper este ciclo justifica, por sí solo, la necesidad de seguir trabajando para mejorar los índices de lectura de los más jóvenes. Desde el ámbito social, como es obvio, pero también desde el sector editorial.

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Autor / Autora
Tutor y colaborador docente del Máster de Edición Digital